'cookieChoices = {};' tiempos y palabras: esta no es mi voz

martes, 3 de marzo de 2009

esta no es mi voz

"Por más precauciones que tomemos, no sabemos lo que hacemos. Nunca sabemos por qué hemos vivido. Durante toda nuestra vida, ignoramos por qué hemos sido individuos vivos por el lapso de esta breve duración. Como lectores, ni siquiera sabemos por qué obedecemos a esa necesidad de leer tanto e ignoramos lo que eso significa. Lo ignoramos todo acerca de los signos que les dirigimos a unos seres que no conocemos.

Nadie escucha su propia voz, que es un rostro. Nadie escucha su propio acento, que es un lugar. Nadie escucha la inflexión de su voz, que ofrece la tarjeta de presentación casi japonesa con el signo de pertenencia social al que apela por sus intenciones. Nadie escucha y todos obedecen a ese sonido, a ese acento, a esa inflexión que los guían. Nuestras quejas desenmascaran en nosotros un triste goce. Nuestras protecciones nos acusan. Nuestras fobias cuentan nuestra vida de manera más indecente y más directa que nuestros propios sueños. Nuestra ropa hace detalladamente una lista de nuestros héroes. Nuestros vicios delatan menos el régimen de nuestros placeres que la sombra de nuestros temores. Nuestro cuerpo no es más que el esclavo sometido a todos aquellos con los cuales se ha identificado, es decir, los tiranos familiares, muertos desde hace mucho tiempo, que en la medida que están sepultados tiranizan más intensamente ese cuerpo que han generado, por el deseo que sentimos de repatriarnos en nosotros como unas tumbas. Nuestra apariencia tiende sus cadenas a la dominación errante. Nuestra mirada lo dice todo y los anteojos negros todavía más. La máxima de Descartes, "larvartus prodeo", es una exhortación aún más imposible que la misma sinceridad, que nos resulta imposible a fuerza de ignorancia sobre nosotros mismos; exponer una máscara, en latin una persona, exhibe aún más sobre uno mismo en esa elección que la complejidad immedita. Nadie sabe lo que muestra cuando oculta. Apuleyo pone en escena a un hombre tan desgraciado que estalla en sollozos cuando un amigo le trae el recuerdo de una mujer que lo desea y de la cual tiene miedo. Debido a que cubre con su túnica remendada su cara hinchada de dolor, desnuda el resto de su cuerpo desde el ombligo (umbilico) hasta el bajo cientre (pube).

"Vivir una época -escribió Mishima antes de darse muerte en el trascurso de una singular ceremonia-, es ser incapaz de comprender su estilo. Es imposible desprenderse sin saberlo del propio tiempo, pero no podemos más que ignorar su naturaleza y su función." Los peces no perciben mejor el recipiente que los contiene que la mesa donde esta se apoya.

Yukio Mishima agregó: "La conciencia consiste en no ver que bebemos de un cráneo humano""

Pascal Quignard, Retótica Especuladiva, Editorial El cuenco de Plata, p 66 y 67.

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