tiempos y palabras
sucesión de moradas
martes, 27 de marzo de 2018
jueves, 22 de febrero de 2018
pena de muerte
El viernes, cuando esperaba la micro para ir al primer cumpleaños de mi querido sobrino Alfonsito, paso un gentío exigiendo, con carteles y globos, justicia para Sophia, uno de esos globos se soltó, era un globo blanco con alitas, con imaginación parecía un angelito recorriendo la Alameda.
Ese día en la noche viajé a Concepción al entierro de mis abuelos. Cuando iba en el auto con mi hermano y cuñada, comenzamos a hablar de la posibilidad de reincorporar la pena de muerte como sanción para los casos en que se vulnera a los niños. La pretensión que de que el Estado sea una blanca paloma es un supuesto engañoso, y creo que uno debería estar dispuesto a ensuciarse las manos cuando se trata del bien de los niños, que las leyes son instrumentales y que pese a que la pena de muerte es un instrumento escabroso, el Estado debería estar dispuesto a usarlo cuando se trata del bien más preciado, la inocencia de las futuras generaciones. Pese a que siempre había argumentado en contra de la pena de muerte, esta vez, estuve dispuesta a replantearme, pues creo que el dolor infligido a un niño no tiene perdón. O por lo menos eso creía cuando hablaba esa vez en el auto, que era injusto para las madres y familiares del niño abusado, tener que ser ellas las que perdonen, que la justicia debía darle cabida a su rabia, operar con la misma violencia contra el agresor que con la que él había operado en primera instancia.
Ya de vuelta en Santiago, me junté con unos amigos, y surgió el tema a partir de la práctica de la meditación, uno trata de obrar bien, pero la vida te sorprende con agresiones descontroladas en que nuestra desprotección como ciudadanos queda en evidencia ¿Debe el sistema judicial ser compasivo? Conversando, empecé a salir del enceguecimiento del "ojo por ojo", empecé a recordar el argumento "uno no sabe a qué condena a alguien cuando lo condena a la muerte", tampoco sabes por lo que ha tenido que pasar un posible condenado a muerte, como su moral ha sido distorsionada por una seguidilla de injusticias vividas, como su falta de juicio al obrar, no es necesariamente maldad, o si lo fue, una condena a muerte, no le permitirá dimensionar que lo fue.
Es fácil tomar el lugar de la victima en estos caso, y devolver una injusticia con otra injusticia parece una forma de reestablecer el equilibrio alterado, pero abogar por el más débil, significa defender tanto al niño, como al ser humano que fue capaz del horror... La venganza no es buena, mata el alma y la envenena, esa es sabiduría popular.
Ese día en la noche viajé a Concepción al entierro de mis abuelos. Cuando iba en el auto con mi hermano y cuñada, comenzamos a hablar de la posibilidad de reincorporar la pena de muerte como sanción para los casos en que se vulnera a los niños. La pretensión que de que el Estado sea una blanca paloma es un supuesto engañoso, y creo que uno debería estar dispuesto a ensuciarse las manos cuando se trata del bien de los niños, que las leyes son instrumentales y que pese a que la pena de muerte es un instrumento escabroso, el Estado debería estar dispuesto a usarlo cuando se trata del bien más preciado, la inocencia de las futuras generaciones. Pese a que siempre había argumentado en contra de la pena de muerte, esta vez, estuve dispuesta a replantearme, pues creo que el dolor infligido a un niño no tiene perdón. O por lo menos eso creía cuando hablaba esa vez en el auto, que era injusto para las madres y familiares del niño abusado, tener que ser ellas las que perdonen, que la justicia debía darle cabida a su rabia, operar con la misma violencia contra el agresor que con la que él había operado en primera instancia.
Ya de vuelta en Santiago, me junté con unos amigos, y surgió el tema a partir de la práctica de la meditación, uno trata de obrar bien, pero la vida te sorprende con agresiones descontroladas en que nuestra desprotección como ciudadanos queda en evidencia ¿Debe el sistema judicial ser compasivo? Conversando, empecé a salir del enceguecimiento del "ojo por ojo", empecé a recordar el argumento "uno no sabe a qué condena a alguien cuando lo condena a la muerte", tampoco sabes por lo que ha tenido que pasar un posible condenado a muerte, como su moral ha sido distorsionada por una seguidilla de injusticias vividas, como su falta de juicio al obrar, no es necesariamente maldad, o si lo fue, una condena a muerte, no le permitirá dimensionar que lo fue.
Es fácil tomar el lugar de la victima en estos caso, y devolver una injusticia con otra injusticia parece una forma de reestablecer el equilibrio alterado, pero abogar por el más débil, significa defender tanto al niño, como al ser humano que fue capaz del horror... La venganza no es buena, mata el alma y la envenena, esa es sabiduría popular.
jueves, 18 de diciembre de 2014
jueves, 27 de noviembre de 2014
escandalizados por el intercambio de palabras en el hemiciclo
Estoy revisando en el historial de mi navegador donde fue que leí que en
Chile le tenemos miedo al debate, que es uno de los traumas que nos quedó de la
dictadura, pensar que con el enfrentamiento viene automáticamente el uso de la
violencia, el ver en la confrontación algo dañino, que despierta solo pasiones,
que se escapan del dialogo mediado. Creo que lo dijo Mirko Macari en un capítulo de La semana política.
Hoy fue la interpelación del ministro Eyzaguirre en la Cámara de diputados, justo cuando empecé a verlo estaban desalojando la tribuna por sus repetidas interrupciones a gritos. Lo vi leyendo los comentarios de Twitter, que también eran gritos. La queja principal, que todo era un show, que se rebajaba el rol de los honorables al prestarse para ese teatro.
Y sí, claramente fue un teatro y María José Hoffman hizo el loco, centrándose en intereses personales y repitiendo una y otra vez las mismas frases, ud. no escucha, quiero que mire a los ojos, etc. Se notó demasiado la mano de Vasco Moulian, quien días atrás había dicho “la Pepa (la diputada Hoffmann) le va a sacar la mugre en la interpelación”, y ese era el espíritu, dar golpes. En un momento Eyzaguirre contestó que no quisiera deducir que la repetida aseveración de no escuchar es en verdad, que el gobierno no adecua sus objetivos a los de la oposición, pues las elecciones las ganó la presidenta Bachellet y los chilenos votaron por ella y su programa. Un nocaut a mi gusto.
Pero, el momento que creo define al máximo el estado de nuestra democracia fue cuando Patricio Melero, alzó la voz criticando los dichos presidente de la Cámara, Lautaro Carmona, en Twitter, alegando que no está dando garantías de un debate pleno publicando “en la interpelación al ministro Eyzaguirre por diputada de la UDI con abierto propósito mediático de descalificar al Gobierno”. Carmona respondió, que él sí está dando garantías, que los actores de la cámara intervengan el tiempo correspondiente. Luego, la diputada Hoffman hace su siguiente pregunta, que tiene que ver con cómo el ministerio identifica donde está el lucro en la educación, dice que al tratarse de una pregunta compleja, le da el tiempo de dos preguntas, osea 10 minutos. A los 5 minutos de respuesta de Eyzaguirre, el presidente lo hace callar.
Burlarse de este espectáculo es bien fácil, se ofrece la palabra por una catidad minutos, se acomoda la queja a 140 caracteres, pero nadie escucha... Punto para la Pepa.
Hoy fue la interpelación del ministro Eyzaguirre en la Cámara de diputados, justo cuando empecé a verlo estaban desalojando la tribuna por sus repetidas interrupciones a gritos. Lo vi leyendo los comentarios de Twitter, que también eran gritos. La queja principal, que todo era un show, que se rebajaba el rol de los honorables al prestarse para ese teatro.
Y sí, claramente fue un teatro y María José Hoffman hizo el loco, centrándose en intereses personales y repitiendo una y otra vez las mismas frases, ud. no escucha, quiero que mire a los ojos, etc. Se notó demasiado la mano de Vasco Moulian, quien días atrás había dicho “la Pepa (la diputada Hoffmann) le va a sacar la mugre en la interpelación”, y ese era el espíritu, dar golpes. En un momento Eyzaguirre contestó que no quisiera deducir que la repetida aseveración de no escuchar es en verdad, que el gobierno no adecua sus objetivos a los de la oposición, pues las elecciones las ganó la presidenta Bachellet y los chilenos votaron por ella y su programa. Un nocaut a mi gusto.
Pero, el momento que creo define al máximo el estado de nuestra democracia fue cuando Patricio Melero, alzó la voz criticando los dichos presidente de la Cámara, Lautaro Carmona, en Twitter, alegando que no está dando garantías de un debate pleno publicando “en la interpelación al ministro Eyzaguirre por diputada de la UDI con abierto propósito mediático de descalificar al Gobierno”. Carmona respondió, que él sí está dando garantías, que los actores de la cámara intervengan el tiempo correspondiente. Luego, la diputada Hoffman hace su siguiente pregunta, que tiene que ver con cómo el ministerio identifica donde está el lucro en la educación, dice que al tratarse de una pregunta compleja, le da el tiempo de dos preguntas, osea 10 minutos. A los 5 minutos de respuesta de Eyzaguirre, el presidente lo hace callar.
Burlarse de este espectáculo es bien fácil, se ofrece la palabra por una catidad minutos, se acomoda la queja a 140 caracteres, pero nadie escucha... Punto para la Pepa.
miércoles, 13 de agosto de 2014
domingo, 29 de diciembre de 2013
un día político
Termina el año, y comienzan los recuentos, los medios de comunicación empiezan a encumbrar los que fueron los personajes del año, todos los que participaron en el acontecer nacional, que dieron sus opiniones sobre las cosas que hay que cambiar en este país y que en cierta manera gestionan estos cambios. Una se entera de todas estas cosas escuchando la radio y siguiendo cuentas informativas en twitter. He renegado de la televisión y los periódicos, y claramente renegar de estos medios de información me distancia de lo que ocurre. Este año se cumplieron 40 años del golpe militar y hubo elecciones presidenciales, y yo ni me pronuncié.
Recuerdo la noche del 11 de septiembre, estaba sola en el depto en Vicuña Mackenna, veía a los carabineros pasar con sus trajes especiales, pero no parecía haber disturbios. Escuchaba un podcast de la radio universidad de Chile que era una recreación de lo que había pasado hace 40 años, quería darle el peso histórico a un día que parecía solo un día más sin la voz de la opinión pública reproduciéndose una y otra vez en los reportajes televisivos. Pero terminé recluyéndome en la ficción, y como estoy en la misión de ver las películas de Bergman (a quien casi siempre que hablo de él llamo Bergson), puse Shame en YouTube. Los ecos de esta historia con la violencia que marcó el 11 de septiembre me tenían con los ojos muy abiertos y despertaron reflexiones sobre como la violencia de estado corrompe la dignidad humana, de como el mismo ser humano se deja pasar a llevar para resguardarse en un aparato de reglas e imperativos que le aseguran su porción de poder, como el volverse un cínico es el primer paso para pisotear a los demás. Reflexiones que se desvanecieron al quedarme dormida esa noche.
Uno conversa ciertos temas con amigos y va desarrollando su visión de las cosas según estos debates, como nos afecta la vida y como nos informamos. Pero pasa que yo soy muy superficial, que no me valgo de muchas herramientas para comprender la realidad, que prefiero esta distancia de saber a medias lo que pasa, entonces al momento de revelar mi visión de las cosas, tengo una nebulosa. Una nebulosa que me permite desenvolverme día a día sin comprometerme, sin defender el modo de ser que considero ético. Y es que para defender las ideas uno tiene que tener argumentos, ficciones construidas para resguardar un ideal político, un castillo de arena de datos que le da a tu campo de acción cierta realeza. Ficciones que son armas en el combate teórico. Hacerse de esas armas requiere un esfuerzo, son metales pesados que han sido forjados con un fin, aplicar la fuerza cuando nuestro campo de acción se ve amenazado. - Pero son palabras-.
Escucho las noticias y me pregunto ¿acaso es esto importante? Reviso internet y está todo el mundo opinando de lo mismo. Debería importarme, es mi país, y a la larga las discusiones de los senadores, diputados, ministros y toda la fauna política chilena es la que termina definiendo las leyes que rigen nuestra sociedad, mi calidad de vida está demarcada por estas normas que no son otra cosa que el resultado del consenso de estos personajes.
Entonces no que queda otra que empezar con los bocetos, empezar a definir cual será mi arma, constatar lo que me pasa y definir por donde empezar. Pues todas las discusiones que se están llevando a cabo en este momento no se las lleva el viento, sino que son un remolino que le da poder al organismo que somos, un organismo social.
Recuerdo la noche del 11 de septiembre, estaba sola en el depto en Vicuña Mackenna, veía a los carabineros pasar con sus trajes especiales, pero no parecía haber disturbios. Escuchaba un podcast de la radio universidad de Chile que era una recreación de lo que había pasado hace 40 años, quería darle el peso histórico a un día que parecía solo un día más sin la voz de la opinión pública reproduciéndose una y otra vez en los reportajes televisivos. Pero terminé recluyéndome en la ficción, y como estoy en la misión de ver las películas de Bergman (a quien casi siempre que hablo de él llamo Bergson), puse Shame en YouTube. Los ecos de esta historia con la violencia que marcó el 11 de septiembre me tenían con los ojos muy abiertos y despertaron reflexiones sobre como la violencia de estado corrompe la dignidad humana, de como el mismo ser humano se deja pasar a llevar para resguardarse en un aparato de reglas e imperativos que le aseguran su porción de poder, como el volverse un cínico es el primer paso para pisotear a los demás. Reflexiones que se desvanecieron al quedarme dormida esa noche.
Uno conversa ciertos temas con amigos y va desarrollando su visión de las cosas según estos debates, como nos afecta la vida y como nos informamos. Pero pasa que yo soy muy superficial, que no me valgo de muchas herramientas para comprender la realidad, que prefiero esta distancia de saber a medias lo que pasa, entonces al momento de revelar mi visión de las cosas, tengo una nebulosa. Una nebulosa que me permite desenvolverme día a día sin comprometerme, sin defender el modo de ser que considero ético. Y es que para defender las ideas uno tiene que tener argumentos, ficciones construidas para resguardar un ideal político, un castillo de arena de datos que le da a tu campo de acción cierta realeza. Ficciones que son armas en el combate teórico. Hacerse de esas armas requiere un esfuerzo, son metales pesados que han sido forjados con un fin, aplicar la fuerza cuando nuestro campo de acción se ve amenazado. - Pero son palabras-.
Escucho las noticias y me pregunto ¿acaso es esto importante? Reviso internet y está todo el mundo opinando de lo mismo. Debería importarme, es mi país, y a la larga las discusiones de los senadores, diputados, ministros y toda la fauna política chilena es la que termina definiendo las leyes que rigen nuestra sociedad, mi calidad de vida está demarcada por estas normas que no son otra cosa que el resultado del consenso de estos personajes.
Entonces no que queda otra que empezar con los bocetos, empezar a definir cual será mi arma, constatar lo que me pasa y definir por donde empezar. Pues todas las discusiones que se están llevando a cabo en este momento no se las lleva el viento, sino que son un remolino que le da poder al organismo que somos, un organismo social.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
ejercitando palabras
Piotr Pavlensky clavó sus testículos en los adoquines de la Plaza Roja para hacer manifiesta la indolencia de la sociedad frente a los cambios políticos cada vez más represivos de Rusia. Esta performance artística se transformó en noticia, y hoy, en un coloquio sobre Estética y Política, no puede evitar sacarla a colación. Y eso que no me gusta hablar en público, pero hay momentos en que se me acelera tanto el corazón por la coherencia que encuentro entre lo que están diciendo y lo que estoy pensando, que tengo que pronunciarme y tratar de articular mis ideas.
"El arte funda la Historia". La tarea política de la poesía en Heidegger y El concepto de "instalación" heideggeriano como práctica política tardíomoderna de las bellas artes fueron los títulos en los que se enmarcó esta equivalencia palabra-pensamiento-intervención. La primera ponencia proponía que el arte entendido como una estética de materia y forma estaba de antemano condenado a la muerte que le atribuyó Hegel, por las mismas limitaciones de esta concepción implica, este autoacabarse es un principio propulsor para sacar al hombre de esta metafísica, y entrar así, a un nuevo campo en el que llevar a cabo el gesto más radical, el de la lucha por la verdad. La segunda ponencia hacía alusión a como una performance es una acción cuajada en la que el ser abandona las maquinaciones modernas para dar cuenta del nihilismo en que los creadores hacen eco de la contingencia política. Y es en este paso, del concebir el arte como una estética al concebirlo como una práctica política, en que la acción de Pavlensky retoma el modo esencial del arte, haciendo del mismo artista, la materia y forma de la expresión, de su propio cuerpo, en el que el Estado ejerce un poder, un campo de batalla donde se hace evidente la violencia contemporánea.
Se habló que la filosofía es en el fondo un gesto de fuerza para abrir un modo de pensar distinto, y que Heidegger al hacer del poeta un héroe político capaz de sentar las bases de una identidad de pueblo, raya en el peligro de hacer de la obra del artista un panfleto para encausar la historia según cierta ideología. La historia sería un suelo de afirmaciones en la que el pueblo se desenvuelve, lo que acontece, se sostiene en una valoración, en una manera de medir la realidad. Y el artista es quien configura esta medida por su capacidad productora de imágenes que esquematizan las manifestaciones del ente. El carácter poético de la imaginación compone el tiempo.
Pero pongamos los pies en la tierra, volvamos a la historia, sucede que estas cosmovisiones se encuentran con otras, y es en ese momento cuando se desencadena la guerra, el combate por la verdad, y se reconoce al enemigo común: la técnica, que ha vulnerado los lazos humanos y ha hecho incluso de la palabra un medio de dominio, la política que no es otra cosa que tratar de imponer una forma de vida, un discurso ético que se repite una y otra vez, que se vuelve parloteo, promesas que no se cumplirán.
¿Qué puede hacer el filósofo entonces? Heidegger, después de la guerra, de la guerra mundial, renuncia a la filosofía como una cosmovisión y la asume como un camino personal, un tipo de existencia seria, que vive propiamente la problematicidad de cada época, es solo la vida la que genera cambios políticos, no el discurso. Es la manera en que nos conducimos y logramos establecer una comunidad en el obrar. Más que gestos, acciones. Eso sería lo que artistas como Piotr Pavlensky buscan recordarnos, nuestro propio cuerpo es el que está puesto en juego en estos tejemanejes del poder. El terrorismo, al fin y al cabo, es el tratar de imponer modos de ser.
"El arte funda la Historia". La tarea política de la poesía en Heidegger y El concepto de "instalación" heideggeriano como práctica política tardíomoderna de las bellas artes fueron los títulos en los que se enmarcó esta equivalencia palabra-pensamiento-intervención. La primera ponencia proponía que el arte entendido como una estética de materia y forma estaba de antemano condenado a la muerte que le atribuyó Hegel, por las mismas limitaciones de esta concepción implica, este autoacabarse es un principio propulsor para sacar al hombre de esta metafísica, y entrar así, a un nuevo campo en el que llevar a cabo el gesto más radical, el de la lucha por la verdad. La segunda ponencia hacía alusión a como una performance es una acción cuajada en la que el ser abandona las maquinaciones modernas para dar cuenta del nihilismo en que los creadores hacen eco de la contingencia política. Y es en este paso, del concebir el arte como una estética al concebirlo como una práctica política, en que la acción de Pavlensky retoma el modo esencial del arte, haciendo del mismo artista, la materia y forma de la expresión, de su propio cuerpo, en el que el Estado ejerce un poder, un campo de batalla donde se hace evidente la violencia contemporánea.
Se habló que la filosofía es en el fondo un gesto de fuerza para abrir un modo de pensar distinto, y que Heidegger al hacer del poeta un héroe político capaz de sentar las bases de una identidad de pueblo, raya en el peligro de hacer de la obra del artista un panfleto para encausar la historia según cierta ideología. La historia sería un suelo de afirmaciones en la que el pueblo se desenvuelve, lo que acontece, se sostiene en una valoración, en una manera de medir la realidad. Y el artista es quien configura esta medida por su capacidad productora de imágenes que esquematizan las manifestaciones del ente. El carácter poético de la imaginación compone el tiempo.
Pero pongamos los pies en la tierra, volvamos a la historia, sucede que estas cosmovisiones se encuentran con otras, y es en ese momento cuando se desencadena la guerra, el combate por la verdad, y se reconoce al enemigo común: la técnica, que ha vulnerado los lazos humanos y ha hecho incluso de la palabra un medio de dominio, la política que no es otra cosa que tratar de imponer una forma de vida, un discurso ético que se repite una y otra vez, que se vuelve parloteo, promesas que no se cumplirán.
¿Qué puede hacer el filósofo entonces? Heidegger, después de la guerra, de la guerra mundial, renuncia a la filosofía como una cosmovisión y la asume como un camino personal, un tipo de existencia seria, que vive propiamente la problematicidad de cada época, es solo la vida la que genera cambios políticos, no el discurso. Es la manera en que nos conducimos y logramos establecer una comunidad en el obrar. Más que gestos, acciones. Eso sería lo que artistas como Piotr Pavlensky buscan recordarnos, nuestro propio cuerpo es el que está puesto en juego en estos tejemanejes del poder. El terrorismo, al fin y al cabo, es el tratar de imponer modos de ser.
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