'cookieChoices = {};' tiempos y palabras: pena de muerte

jueves, 22 de febrero de 2018

pena de muerte

El viernes, cuando esperaba la micro para ir al primer cumpleaños de mi querido sobrino Alfonsito, paso un gentío exigiendo, con carteles y globos, justicia para Sophia, uno de esos globos se soltó, era un globo blanco con alitas, con imaginación parecía un angelito recorriendo la Alameda.

Ese día en la noche viajé a Concepción al entierro de mis abuelos. Cuando iba en el auto con mi hermano y cuñada, comenzamos a hablar de la posibilidad de reincorporar la pena de muerte como sanción para los casos en que se vulnera a los niños. La pretensión que de que el Estado sea una blanca paloma es un supuesto engañoso, y creo que uno debería estar dispuesto a ensuciarse las manos cuando se trata del bien de los niños, que las leyes son instrumentales y que pese a que la pena de muerte es un instrumento escabroso, el Estado debería estar dispuesto a usarlo cuando se trata del bien más preciado, la inocencia de las futuras generaciones. Pese a que siempre había argumentado en contra de la pena de muerte, esta vez, estuve dispuesta a replantearme, pues creo que el dolor infligido a un niño no tiene perdón. O por lo menos eso creía cuando hablaba esa vez en el auto, que era injusto para las madres y familiares del niño abusado, tener que ser ellas las que perdonen, que la justicia debía darle cabida a su rabia, operar con la misma violencia contra el agresor que con la que él había operado en primera instancia.

Ya de vuelta en Santiago, me junté con unos amigos, y surgió el tema a partir de la práctica de la meditación, uno trata de obrar bien, pero la vida te sorprende con agresiones descontroladas en que nuestra desprotección como ciudadanos queda en evidencia ¿Debe el sistema judicial ser compasivo? Conversando, empecé a salir del enceguecimiento del "ojo por ojo", empecé a recordar el argumento "uno no sabe a qué condena a alguien cuando lo condena a la muerte", tampoco sabes por lo que ha tenido que pasar un posible condenado a muerte, como su moral ha sido distorsionada por una seguidilla de injusticias vividas, como su falta de juicio al obrar, no es necesariamente maldad, o si lo fue, una condena a muerte, no le permitirá dimensionar que lo fue.

Es fácil tomar el lugar de la victima en estos caso, y devolver una injusticia con otra injusticia parece una forma de reestablecer el equilibrio alterado, pero abogar por el más débil, significa defender tanto al niño, como al ser humano que fue capaz del horror... La venganza no es buena, mata el alma y la envenena, esa es sabiduría popular.


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