'cookieChoices = {};' tiempos y palabras: junio 2005

jueves, 30 de junio de 2005

¿qué es ironía?

(1 parte de mi tesis)

Para entender el significado de ironía debemos remitirnos a lo que eran las comedias griegas, en las que se daba la pareja arquetípica del falso sabio y el falso tonto. El primero, el alazon, alardeaba de sus conocimientos mediante fatuas aseveraciones; el segundo, el eiron, modestamente se ganaba la complicidad del público, y pese a su bajo perfil durante la conversación, al final logra poner en ridículo a su altanero compañero. Con el tiempo, ambos términos derivaron en alazoneia y eironeia, el primero designaba toda aquella actitud vanidosa de quien se siente muy seguro de lo que sabe, mientras que el segundo alude al disimulo de quien sabe, pero no lo demuestra.[1]

Con la aparición de la figura de Sócrates, el recurso irónico toma una implicancia más profunda, constituyéndose en el primer momento de su método para llegar a las verdades esenciales. Fingiendo ignorancia, Sócrates lograba que su interlocutor expresara su opinión, la que no lograba resistir las “ingenuas” preguntas del filósofo, de este modo, el falso conocimiento era erradicado, y era posible, a partir de una ignorancia asumida, alcanzar la verdad respecto al tema en cuestión.

Aristóteles, definió la ironía como "simulación", más que como disimulo. La ironía se contrapone a la jactancia, y ambas son extremos de un justo medio que es la veracidad. Los irónicos, que dicen menos de lo que saben, tienen un carácter agradable, pues no parecen hablar por lucro y rehuyen la ostentación. [2]

José Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía[3] distingue entre dos formas fundamentales de ironía. Por una parte está la ironía entendida como un modo de no participar en un mundo despreciado, en el cual la vida es un juego, por lo que no vale la pena compenetrarse con lo que ocurre. Por otra, en vez de desprecio por el mundo, se trataría de quitarle la seriedad dogmática que se le da. Esta ironía considera que nada es completo en sí mismo, por lo cual tampoco hay que comprometerse totalmente con algo. En el primer caso se trataría de una “ironía deformadora”, simplemente desfigura la realidad, mientras que en el segundo, se trata de entenderla en la medida que nuestras capacidades lo permitan, esta sería la llamada “ironía reveladora”.

Si nos remitimos al Diccionario de Real Academia, la ironía puede tomarse en tres acepciones: Burla fina y disimulada; Tono burlón con que se dice; Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice. Sumado a esta multiplicidad de sentidos, está el hecho de que por naturaleza la ironía es elusiva, por lo que para captarla es necesario abordarla desde diversos frentes del conocimiento – lógica, psicología, lingüística, estética, filología o historia-, de modo de entender lo que dice el ironista, tanto por la forma en que lo dice como por el contexto en que se dice. Junto con Pere Ballart podemos decir que la esencia de la ironía subyace en el problema de su interpretación, su ethos se entendería en términos epistemológicos: “la relatividad que la ironía impone a todo enunciado es el trasunto verbal de aquella máxima según la cual la verdad es una mentira que aún no ha sido descubierta.”[4].

El ironista no pretende engañar, sino ser descifrado. Sin embargo, a pesar de ser un elemento retórico, no basta sólo con estar atento a lo que se dice para percibir el juego irónico, el contexto cumple un rol fundamental, pues al “dar a entender lo contrario de lo que se dice”, es el contrapeso de lo que se dice, es lo que le da a una sentencia su condición de irónica.

Soren Kierkegaard[5] en un intento por conciliar la noción retórica y filosófica de la ironía, equipara la primera con la “ironía ejecutiva” –expresión que se da en un contexto limitado y finito-, y la noción filosófica, con la “ironía contemplativa”, que es la concepción de mundo que tiene el sujeto entendida como una infinita negatividad. El sujeto niega las condiciones de verdad de los objetos, superándolos. El ironista debe potenciar su capacidad de relativizar las cosas del mundo, hasta convertirse en un espectador distanciado de lo que sucede y mediante la indiferencia alcanzar su libertad. El nihilismo que esto conllevaría es resuelto por el filósofo danés mediante la doma de la ironía, la incapacidad y finitud que esta nos muestra, es domada al reconocer a Dios, se subordinándose a un sistema de creencias religiosas.[6]



[1] Pere Ballart, Eironeia : la figuración irónica en el discurso literario moderno, p. 40

[2] José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía

[3] Id.

[4] Pere Ballart, op. cit., p. 23

[5] Kierkegaard, Soren: The concept of irony : with constant reference to Socrates

[6] Pere Ballart, op. cit., ps. 97- 109

ser complejo:

hacemos lo que queremos cuando no tenemos.

miércoles, 29 de junio de 2005